JORDI COROMINAS / Alpinista

 "COLECCIONAR ‘OCHOMILES' es una moda, muy absurda"
RAFAEL CARBONELL, Barcelona


Jordi Corominas (Barcelona, 1958) devolvió el pasado 16 de agosto la esperanza a los defensores del alpinismo genuino cuando coronó en solitario y sin oxígeno el K2, la segunda cima del mundo, de 8.611 metros, por la exigente ruta de la Magic Line. Una ascensión que no se había repetido desde 1986, cuando dos polacos y un esloveno abrieron el aéreo espolón de 3.600 metros de desnivel. El éxito de Corominas, miembro de la expedición liderada por Oscar Cadiach e integrada por cinco alpinistas, representa un retorno a las raíces del alpinismo. Un mes después, Corominas, residente en el valle de Benasque, guía de alta montaña, analiza una aventura que, por otra parte, acabó con tragedia por la muerte de Manel de la Matta por una peritonitis. Las ascensiones de Corominas, que coronó el Daulhagiri (8.167) en 1991, son infinitas desde que realizó su primer vivac cuando era un bebé con su padre. El barcelonés es uno de los continuadores de la obra de Walter Bonatti, el padre del alpinismo moderno, con ascensiones tan genuinas como las realizadas a las tres paredes clásicas de los Alpes: el Eiger, el Cervino y las Grandes Jorasses.

Pregunta. ¿Ha tenido tiempo ya de asimilar la ascensión por la Magic Line ?

Respuesta. Estoy en ese proceso. Experiencias como ésta hay que asimilarlas poco a poco porque cuando subes, no te enteras.

P. ¿Qué valoración ha hecho?

R. Ninguna, aún. Quiero ver todo el material fotográfico y la repercusión internacional del proyecto. Más que sacar una conclusión colectiva de la expedición, que se verá con el tiempo, he sacado conclusiones personales, íntimas.

P. ¿El análisis pide tiempo?

R. Cuando a final de año se conceda en Francia el piolet de oro [el Oscar mundial del alpinismo] se podrá ver el valor que se da a nuestra ascensión al K2. Hay que contextualizar el proyecto con otros como, por ejemplo, el protagonizado por los rusos a la pared norte del Jannu ( 7.710 metros ) o a la pared central de la vertiente norte del Everest.

P. ¿ La Magic Line está entre las mejores conquistas que ha realizado el alpinismo español?

R. Es similar a la pared sur del Annapurna que protagonizaron Nil Bohigas y Enric Lucas en riguroso estilo alpino en 1984. Aquel éxito tuvo y tiene un valor de primera categoría por único e irrepetible, pese a que tardó a ser reconocida en España. En el concierto internacional, en cambio, no ocurrió lo mismo, porque desde entonces el alpinismo catalán es respetado en el gran mundo alpino. Esperemos que el respeto continúe con la Magic Line. Un dato: en la ruta sur del Annapurna fracasó el mismísimo Reinhold Messner, que tampoco pudo con la Magic.

P. ¿Cómo ve usted el fenómeno del himalayismo actual?

R. En España se le da mucha importancia a los ochomiles por las rutas normales. En Inglaterra, en cambio, les trae sin cuidado, como también a los rusos, que hacen cosas muy interesantes. Coleccionar ochomiles es una moda muy española y absurda. Lo importante no es la cima sino que lo relevante y alpino es la dificultad de la vía.

P. ¿ La Magic es tan difícil como pensaban antes de atacarla?

R. Más o menos. Tal vez es un poco más larga y vertical. Es una ruta de auténtica escalada.

P. Como único occidental que conoce la pirámide de la Magic , ¿cómo son los últimos 300 metros ?

R. Guardaré el secreto con el alpinista polaco que aún vive de los tres que la alcanzaron (se ríe). A partir de la cota de 8.300 metros, el primer tramo es un corredor estrecho de nieve muy blanda y honda; se progresa con dificultad y lentitud por tener que abrir huella. Después, viene otro tramo de piras de nieve pesada parecido a un laberinto. En general, era cómo si estuviera colgado en una pared de nieve y roca, con muchas repisas y corredores, y por tanto debía ir leyendo cada metro de desnivel para no atascarme y progresar.

P. ¿Se encontró con algún paso de escalada de alta dificultad?

R. Unos pasos de quinto grado que cerraban el acceso a unos 8.400 metros , y a esa altura parecía, que superaba un octavo grado [escala de dificultad que va del uno al nueve]. Es muy duro. Sólo tienes el 30°/o de oxígeno en relación al que se respira a nivel del mar. Cada paso es muy explosivo. Tienes la sensación de que te ahogas, de que te vas a morir, cada vez que paras para recuperar. Cada paso suponía cinco minutos.

P. ¿Porqué tardó seis horas en ascender los últimos 80 metros?

R. El acceso a la cumbre era una rampa vertical con mucha nieve. No tenía el camino marcado, como en la vía normal de los Abruzzos, donde en tres días subieron 43 alpinistas. Le llamábamos la vía ferrata, es decir, una ruta cosida por cuerdas y escaleras. En la Magic, cada paso me hundía hasta la cintura. Se me hizo eterno. Pero la única salida era por la cima y descender por los Abruzzos. Nunca me inquieté por llegar solo de noche. Estoy acostumbrado.

P. ¿A qué altura se separó usted, de Cadiach y De la Matta ?

R. Aquel 16 de agosto empecé a andar a las cinco de la mañana, aunque nos pusimos en marcha tres horas antes. Había que desayunar, prepararse y a 8.100 metros , todo se hace lento dentro de la pequeña tienda. Hacia las siete, Oscar y Manel decidieron volverse desde una campa, de nieve muy grande. Óscar iba un poco cansado y al poco rato Manel optó también por dar marcha atrás.

P. ¿No era muy arriesgado continuar en solitario?

R. Puede parecerlo. Pero es un riesgo asumible en las vías difíciles. Arriesgas o no subes. Cada miembro del grupo tenía autonomía para decidir, salvo que uno hubiera tenido problemas.

P ¿De la Matta no tenía dificultades físicas?

R. No. Incluso el día anterior era el que más tiró.

P. Llegó usted a la cumbre a media noche. ¿Qué sensaciones tuvo?

R. Llegué de noche y estuve descendiendo hasta que salió el sol de nuevo. Únicamente pensaba en terminar y salir de la montaña. No me detuve ni un segundo en la cima. Quedaba el descenso y estaba muy concentrado en lo que hacía.

P ¿La organización de un grupo de cinco alpinistas fue compleja?

R. No. Cada uno sabía su cometido y nos acoplamos automáticamente. Jordi Tosas, Manel de la Matta y yo nos encargábamos de abrir ruta; Oscar Cadiach aportó su experiencia además de liderar el proyecto; y Valentí Giro se encargaba de la logística en el campo base. Los cinco equipamos la ruta con 4.000 metros de cuerda.

P. Todo lo contrario de lo que sucedía en los Abruzzos.

R. Este año, el K2 ha sufrido una Everestización. Había unas 200 personas dispuestas a subir por la vía normal, cosida por las cuerdas, gracias a una expedición comercial suiza que contrató a sherpas. En nuestro caso, al estar solos en la Magic , no teníamos que discutir con nadie para ver quien ponía las cuerdas o qué grupo le tocaba abrir huella cada día. Los Abruzzos era una locura.

P. Usted dirigió al grupo de Jóvenes Alpinistas de la federación española. ¿Cómo está la cantera?

R. Tengo la sensación de que no hay nuevas generaciones de alpinistas de alta dificultad. ¿Por qué? No lo sé. Quizás, porque en España no existe un reconocimiento del alpinismo. Si se mira al grupo de la Magic , él más joven es Tosas, con 36 años; Manel cumpliría 41; yo tengo 46 y Cadiach ronda los 50. Somos gente que ya llevamos más de 20 años escalando. El alpinismo es muy duro, sale caro y la mayoría que vivimos de la montaña lo hacemos con bastantes carencias. Sin duda hay algún joven, como Oriol Baró, de 24 años, natural de Taüll (Lleida), que atiende al perfil de alpinista creativo. El alpinismo no morirá, pero estamos de capa caída. Nosotros, por ejemplo, tenemos que pagar el crédito personal que pidió Cadiach a una entidad bancaria para acudir al K2.

Diari El País, 20-9-2004