LA MÀQUINA HUMANA
Espaguetis y espaguetis

Comienzos del siglo XX. Tiempos heroicos del Tour. Ni existía la dietética deportiva, ni se planteaba. En la primera edición (1903), los ciclistas no recibían avituallamientos, pese a que las etapas eran el doble de largas que ahora. Paraban en bares o restaurantes a mitad de ruta, para comer lo que pudieran. El menú del día, si era necesario. Si tocaba sopa, pues sopa. Qué sabían aquellos primeros héroes de la proporción de grasas, hidratos de carbono o proteínas que debían consumir. Se intuía que lo más importante en la dieta de un deportista eran las proteínas.

'Nunca había comido como en el Tour y en la etapa reina me zampé tres pollos y un bistec', relataba el gran Julián Berrendero sobre su experiencia en el Tour de 1936, en el que ganó la montaña. En 1939, dos investigadores escandinavos (Christensen y Hansen), demostraron que si un ciclista consume glucosa mientras pedalea sobre una bicicleta estática tarda más en fatigarse. Pero estos resultados tardaron en ser valorados en su justa medida. En los años cincuenta, los ciclistas italianos decían que una de las cosas buenas del Tour era poder comer carne con regularidad, hartos como estaban del menú típico de aquella Italia de la post-guerra: la. pasta cotta (pasta cocida). Los 'banquetes' del Tour bien valían todo el sufrimiento de las etapas.

Segunda mitad del siglo XX. Años sesenta. El Laboratorio de Fatiga de la Universidad de Harvard lleva muchos años trabajando a pleno rendimiento y los fisiólogos escandinavos introducen la técnica de biopsia muscular al estudio de los deportistas. Al poder ver las células (fibras) musculares al microscopio, descubren que cuanto más llenas estén de hidratos de carbono (glucógeno), más tiempo aguanta un ciclista pedaleando a buen ritmo. Aplicación inmediata: hay que rellenar al máximo las reservas de glucógeno tras cada etapa. O en otras palabras: hay que comer al menos 500 ó 600 gramos de espagueti al día. Pero todavía es pronto para que la ciencia llegue al ciclismo. Jacques Anquetil, primer gran dominador del Tour, decía que la dietética era una 'invención monstruosa' y en las jornadas de descanso de la ronda (ideales para rellenar a tope los depósitos de glucógeno), prefería eldarse al champaña y a la comida de buffet.

Final del siglo XX. Años ochenta y noventa. La Nutrición Deportiva cada vez es una disciplina más reconocida dentro de las Ciencias del Deporte. Los artículos científicos al respecto se cuentan por decenas cada año. Algunos realizados con ciclistas en pleno Tour. Y su mensaje es claro: hay que acercarse incluso a los 700-800 gramos diarios de hidratos.

En otras palabras: espaguetis hasta para desayunar. Algunas casas comerciales experimentan con nuevas bebidas energéticas (hay que matar dos pájaros de un tiro e hidratarse y nutrirse a la vez en plena etapa), y las bolsas de avituallamiento cada vez están más llenas de barritas energéticas desarrolladas específicamente para deportistas. En la concentración previa a su primer Tour victorioso (1999), Lance Armstrong pesa minuciosamente sus alimentos a diario para asegurarse de que ingiere suficientes hidratos. ¿Y en el siglo que comienza? Como la ciencia no para, se experimenta con la posibilidad de utilizar suplementos con grasas. Por ejemplo, los llamados triglicéridos de cadena media (un tipo de grasa apenas presente en los alimentos normales), que serían una especie de 'glucosa alternativa', capaz de aportar un pellizco más de energía al músculo fatigado.

ALEJANDRO LUCÍA
Alejandro Lucía es Catedrático de la Universidad Europea de Madrid


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