Lance
        Armstrong acaba de lograr una hazaña única. El que
        les escribe opina, como otros aficionados, que buena parte de la insultante
        superioridad del americano se debe a su motivación y a su tremenda
        fuerza mental, absolutamente excepcionales. Y también al entrenamiento
        tan minucioso que hace todos los años para rendir al máximo
        en el Tour Sólo en el Tour. De todos modos, es obvio que sus cualidades
        fisiológicas también deben de ser sobresalientes. De lo
      contrario no hubiese ganado un solo Tour. Y ya van seis, de momento.  
      Desde
        hace décadas, en los laboratorios de fisiología
        del ejercicio de todo el mundo se pueden medir las dos variables que
        determinan el rendimiento en deportes de resistencia como el ciclismo,
        el maratón, o el esquí de fondo: el consumo máximo
        de oxígeno (abreviado VO2max) y la eficiencia muscular. De todos
        modos, en las grandes vueltas por etapas entra en juego un tercer factor
        al menos igual de importante que los otros dos, y que hacen del ciclismo
        un deporte muy especial: la capacidad para recuperarse en apenas, 18
        horas, las que transcurren desde el final de una etapa al inicio de la
        siguiente, y de rendir al máximo durante tres largas semanas,
        a pesar del tremendo desgaste acumulado a lo largo de los días.
        Que nadie les engañe: este tercer factor no se puede medir en
        ningún laboratorio. Sólo los médicos y directores,
        con su experiencia personal tras años de observación, saben
        qué corredores están más dotados para las vueltas
        de tres semanas, y a qué corredores sé les acaba la gasolina
        antes de tiempo.  
         
        Pero volvamos a las otras dos
          variables, el VO2max y la eficiencia, que esas sí que se pueden
          medir. Y de hecho conocemos los datos de los das últimos grandes
          dominadores del Tour: Miguel Indurain y Lance Armstrong. El VO2max
          es la máxima capacidad que tiene
        el organismo de consumir oxígeno por unidad de tiempo. Se mide
        en mililitros de oxígeno por minuto, y se divide por el peso corporal
        porque los humanos, como los demás animales, debemos desplazar
        nuestro peso para movernos. El VO2max está condicionado sobre
        todo por la fuerza con que el corazón es capaz de bombear sangre
        oxigenada a los músculos. Y también por la herencia genética.
        Sobre todo; la de nuestra madre. (Así que los futuros campeones
        búsquenlos más en los hijos de las vencedoras del Tour
        femenino, como Joane Somarriba, que en los hijos de Armstrong).  
         
        El VO2max
        de los ciclistas suele rondar los 70 ó 75 mililitros
        por kilo de peso por minuto (ml/kg/min). Los enfermos de corazón
        apenas llegan a 15 ml/kg/min y la mayoría de las personas no pasan
        de 40. Y es muy difícil superar los 70 ó 75 ml/kg/min a
        base de entrenamiento: si mejora mucho la faena del corazón, algo
        que sólo se consigue con durísimos entrenamientos interválicos,
        la sangre llega tan rápido a los vasos del pulmón que a
        este no le da tiempo a oxigenarla. Así, muy pocos ciclistas superas
        los 80 ml/kg/min. (El tope de los humanos es 85-86 ml/kg/min).  
         
        Un científico
        americano, Ed Coyle, le hizo unas cuantas pruebas de esfuerzo a Armstrong
        hasta el año 1999 (precisamente el año
        en que empezó a dominar el Tour): el VO2max de Armstrong ronda
        los 80 ml/kg/min. Como el de Indurain, conocido por un excelente estudio
        científico de su médico y entrenador, Sabino Padilla.  
         
        La
        segunda variable, acaso más importante que la anterior, es
        la eficiencia muscular. Es decir, el porcentaje de la energía
        consumida por los músculos que éstos son capaces de transformar
        en potencia (vatios), que es lo que hace moverse a los pedales. En ciclistas
        aficionados, la eficiencia oscila entre 18 y 22%. En los profesionales,
        como los que ayer llegaron a París, los valores medios son más
        altos: 24 ó 25%. E Indurain andaba por 26%.  
         
        Al contrario que el
        VO2max, la eficiencia puede aumentar bastante a base de kilómetros.
        Precisamente, lo que más ha mejorado
        Armstrong con el paso de los años es su eficiencia. O al menos
        esto es lo que dite Coyle. Y los hechos le dan la razón. Tal y
        como subió L'Alpe d'Huez, su eficiencia debe de andar cerca de
        30%. Algo excepcional.  
         
        Generalmente, existe una relación inversa
        entre el VO2max de cada persona, algo así como la cilindrada de
        su motor, y su eficiencia: los que andan más sobrados de motor
        pueden permitirse el lujo de ser menos eficientes y viceversa. Pero para
        ganar el Tour hay que tener un motor excepcionalmente grande y eficiente.
        Además de
        otras cualidades, claro.  
      ALEJANDRO
          LUCÍA 
  Alejandro Lucía es Catedrático
      de la Universidad Europea de Madrid. 
       
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